MI CUENTA

La creatividad según un escritor incompleto.

La creatividad según un escritor incompleto.

No quiero dar definiciones, y mucho menos de la creatividad. Porque definir encierra, ajusta y compendia y nada más opuesto a ello que la creatividad.

No sé qué es la creatividad, como no sé qué es el amor, la felicidad o la vida.

Sí sé que para vivir, para hacerlo felizmente, y para amar, hay que ser creativ@.

Y no porque lo haya leído en autores de prestigio u oído en sesudos documentales. Lo sé porque lo he mamado desde la infancia, cuando, por ejemplo, metido en la cama, mientras mis padres dormían, imaginaba aventuras que, literalmente, sentía en mis carnes y me alejaban, tal cual un viaje astral, de lo cotidiano de mi habitación; lo sé porque, cuando la juventud me acosaba con desengaños y frustraciones, yo salía a flote componiendo versos o historias; y, definitivamente, lo sé porque en la edad adulta, revuelto por los hombres de traje gris y su vasta arquitectura y su cuenta corriente, yo, envalentonado, con mis cefaleas y todo, los dejo atrás, siquiera un instante, y lluevo sobre Ítaca o sobre las páginas en blanco, deshecho en sales minerales o tinta, que alcanzan la cruda bahía, unas, o la amante, otra.

Las personas no lo seremos mientras no creemos algo.

Y tanto más creamos más somos.

Y cuanto más somos, mejor nos sentimos.

Y el incremento del ser nos lleva a ser lo hermoso que nos rodea.

Por lo que a mí concierne, las palabras –yo soy escritor o escritor fracasado o ciego libertario literario– son materia a la que otorgar mi alma. He ahí la creación, mi sensual multiplicación del yo que extiende mis sentidos.
Analicemos la palabra árbol. Cómo ejecuta una enumeración de la realidad.

¿Qué hace con esta palabra un tipo y qué un creador/persona?

El tipo asimiló el significante en su infancia, le explicaron o asumió intuitivamente sus significados (planta de tronco leñoso que se ramifica a cierta altura, madero para sostener las velas en una embarcación, etc.) y, hasta el día de su muerte, adjudicará al signo ligüístico árbol lo aprehendido sin discusión interna alguna.

¿Qué hace la persona/creador?

Igualmente adquiere la palabra en su infancia con sus significados. Pero, luego, en determinado momento de su vida niega lo aprendido o lo pone en cuestión y decide hacer otra cosa, decide que árbol bien puede ser un hombre o una diosa o las letras de un alfabeto celta –no me invento nada–, y un día la nueva asociación de ideas modifica la realidad y el árbol pasa a ser, también, el tiempo que los humanos se dan para alcanzar la divinidad o el fruto de su amor o de su muerte.

La creación literaria –y cualquier otra– pudiera ser esto: la polisemia novedosa que altera nuestra consciencia.
Y ¿qué es todo aquello que creando nuevos significados altera nuestra psique?… Arte.

La creación y el arte son sinónimos.

La originalidad, la creación y el arte son idénticos. Y su consecuencia es el ser humano.

Las premisas creativas de un músico y un escritor no difieren en absoluto, pero puesto que quiero ceñirme al ámbito literario… Qué debe perseguir un poeta o un ensayista para ser un creador, un artista o una persona –equivalentes los tres–. La resignificación, la alteridad de esa palabra, verso o historia que pretende comunicar. Y que el nuevo ente afecte al receptor de algún modo.

No puedo decir: la negra cabellera se deshizo en sus hombros de nieve. Si soy un escritor del Medioevo, lo leemos y nos quedamos estupefactos; pero si lo dice alguien del siglo XX, no renombra, no crea y no enturbia nuestra alma.
Estoy harto de leer métodos creativos que advierten de cómo el autor debe repetir una palabra cada cierto número de líneas o motivos arquetípicos o comenzar in media res o con un hecho truculento. La creación literaria, o cualquier otra, no es nada de esto. La creación, por el simple hecho de serlo, es indefinible.

Por José Cabello

Colaborador de La Paradoja Creativa

jcabello@laparadojacreativa.com

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