MI CUENTA

La Pasión de Clarice Linspector.

Clarice Lispector.

la pasión clarice linspector

Digan este nombre varias veces: Clarice Lispector, Clarice Lispector…

¿No se les forma un nudo en el estómago, no se les acelera el corazón?

Hace mucho tiempo, yo escuchaba este nombre y me decía: joder, ¿quién es Lispector? ¿Una autora de novela negra? Con ese nombre, Lispector, joder, novela negra.

No sabía nada de ella, no había oído hablar de ella en ningún foro, en ningún programa de radio o televisión, solo me llegaba su nombre desde algún rincón oscuro que no atino a recordar.

Un día vi un par de libros en una librería, no recuerdo si fue a la primera cuando me hice con ellos (me hice; no compré, porque comprar es ordinario, vil y ñoño). Los hojeé, el primero fue La hora de la estrella y vi que la autora no tenía claro el título y repetía sin cesar, genialísimo, diferentes posibilidades y leí la dedicatoria y me pregunté qué diablos estaba pasando allí, qué clase de dedicatoria era esa a su propia sangre y a no sé qué gente y qué cosas más.

El segundo libro fue La pasión según G. H. y leo que se está buscando, que ella, la autora, se busca y que no quiere quedarse lo que ha vivido y que se lo quiere dar a alguien y no sabe a quién. Y voy más allá y me encuentro la sal de las lágrimas en tus ojos era mi amor por ti.

Allí Clarice Lispector nació en mí. Busqué sobre ella y me enamoré, supe de su trágica vida y de la culpa inmensa que la persiguió toda su vida.

Pero no quiero hacer una biografía.

Quiero adentrarme en una de sus novelas. Escojo La pasión según G. H. porque tengo apuntes de cuando la leí, tanto fue el extrañamiento que tuve que tomar notas. Porque colegas, Lispector no es fácil. Olvídense de leerla si pretenden pasar el rato o por curiosidad. Permítanme la risa, porque Lispector es alta literatura y pensamiento, hay que releer sus líneas. Para empezar, si alguien les dice que ha entendido a Lispector, mándenlo al carajo, es un idiota. A Clarice solo podemos sentirla, ella no narra, ella expone sus miedos y usted y yo los reinterpretamos.

Mi material, dice la autora en La hora de la estrella, es la palabra, y no la quiere adornar y por eso en La pasión, entendida como acción de padecer y no como afición vehemente, se cuadra con la pura esencia de las cosas.

Si resumo la acción de La pasión puedo decir que una mujer llamada G.H., artista, con nivel económico, sola en su casa e imbuida de inseguridades acude al cuarto de la criada. Allí se sorprende al encontrar la habitación limpia y ordenada y descubrir, escondido al lado de la puerta, un mural de trazos simples en el que se ve a sí misma representada. Más aún, se acerca al armario, lo abre y frente a su cara, a muy poca distancia, detecta una cucaracha. Los comparatas dirán (por G. H. y la cuca): Kafka. No diré que no como punto de un plano, pero el plano es infinito y esto se dispara.

G.H. recuerda la pobreza que sufrió de niña. Me gusta la frase: yo había vivido ya con los primeros animales del planeta. De seguido, una oleada de conciencia la atenaza y comienza una reflexión que ya no terminará hasta el final del libro.

Este repensar, y digo bien, cuyo análisis no he encontrado por ninguna parte, es el quid, el cogollo, la hostia.

Desordenadamente:

Vivimos a través de paliativos. La verdadera realidad la dulcificamos porque no la aguantamos y así no vivimos. Debemos eliminar esos paliativos o adornos, quedarnos con el núcleo de las cosas, que G.H. bautiza como lo neutro y que podría equipararse a la substancia aristotélica o a la idea platónica.

Perseguir lo neutro, repito, implica eliminar lo accesorio y por ende la retórica ─entra en el campo del lenguaje─ y, de seguido, la belleza ─aquí se aleja de los griegos─ que es otro paliativo de lo real. Curioso esto último, si tenemos en cuenta lo bellísima que era Lispector.

Lo auténtico carece de adorno, es la substancia; y si somos substancia, si somos lo neutro dejaremos atrás lo humano y seremos toda la realidad. La condición humana es nuestra pasión ─padecimiento─, al uso platónico.

G.H. entiende que lo insípido, inodoro e incoloro es la esencia, por eso la bautiza como lo neutro, por eso su representación en un mural es solo a base de líneas. Todo lo demás, aditamento.

Y si el adorno es dulcificación. ¿Qué es la esperanza, el tiempo, la moral, Dios y el amor?

Hay que abandonar la idea de la esperanza que promete un futuro y no nos deja vivir el ahora que es lo que hay que hacer.

El mundo es eterno, no hubo un principio en el que Dios creara el Universo. Aristotélico.

Todo existe desde el principio, todas las posibilidades, por eso no debemos esperar al futuro. El reino de los cielos ya existe.

Dios solo piensa en sí mismo y no en nosotros. Aristotélico.

Lo divino está en todos nosotros. Tales. Panteísmo.

¿La moralidad lo es cuando hacemos y sentimos lo que debemos? En contra de Kant.

Amor no es nombrar. Amor no es esperanza de amor. Amor es tedio. Lo insípido del ser hombre es lo que merece amor. G.H. dice que el amor fue en el principio, denuesta así el equivalente romántico. Solo puede existir amor entre los neutros, las esencias.

Y claro, la cucaracha no puede ser lo horrible, porque en lo neutro todos estamos unidos. Y para demostrarlo quiere comérsela y, tras vomitar, lo consigue, pero se da cuenta de que ha vuelto a caer en lo accesorio y no es ese el camino.

Entonces piensa en la necesidad de estar junto a alguien, alguien neutro por supuesto, y entiende que el ser es el mismo en todos y ella es todas las mujeres y él todos los hombres y así puede verse en todas las mujeres y él en todos los hombres. El objetivo es la despersonalización, la condición humana es la pasión de Cristo.

El despertar que G.H. siente al ver la cucaracha es el inicio de la voluntad.

Por José Cabello
jcabello@laparadojacreativa.com
Colaborador de La Paradoja Creativa

Facebook
Twitter
LinkedIn
Pinterest

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *